Las águilas vuelan con Beren y Lúthien Tinuviel sobre Gondolin, la ciudad escondida

La Boda
De nuevo, los enamorados pudieron andar juntos de la mano por el bosque, felices como siempre debían haber sido. Juntos volvieron a cantar, y a llevar la primavera por donde pasaban. Juntos volvieron a crear amor. Y juntos volvieron a sonreír. A Lúthien Tinuviel ya no le importaba nada mas que estar con Beren, sin importar si tenían que vagar así por el resto de sus vidas. Pero Beren recordó su promesa al rey Thingol, y al final la pudo convencer de que regresaran ante el rey, porque quería cumplir su promesa, y porque quería que ella, su amada, tuviera el descanso y el hogar que merece tener una princesa de los elfos.
En Doriath había caído un invierno terrible, desde que Lúthien se fue, ya nada era igual, no solo triste, también olvidado, lleno de frío y muerte. Y la tristeza de la gente era grande, porque el tesoro mas grande del rey se había perdido. Thingol buscaba el consejo de la reina Melian, pero ella ya no se lo daba, pues sabía que el destino que había elegido para su reino iba a terminar por cumplirse. El rey se enteró de lo que paso con Lúthien en Nargothrond, y al enterarse de todo no se atrevió a hacer la guerra ya no contra dos, sino contra los siete hijos de Feänor, por lo que en su lugar envió mensajeros que les pedían a ellos que lo ayudaran a buscarla, pues por su descuido también ella se había escapado.
Pero los mensajeros encontraron un destino cruel, Carcharoh el monstruo de Angband había llegado ya hasta Doriath, y ni la magia de Melian lo pudo detener para entrar al bosque encantado, por lo que ahora aterrorizaba el lugar también, solo uno se salvó y dio las noticias al rey.

Pero las noticias del regreso de Beren y Lúthien Tinuviel llegaron también, y alegraron el corazón de la gente, y del rey y la reina también, aunque el rey veía a Beren con extrañeza, pues pensaba que para entonces ya estaría muerto, y sin embargo estaba ahí, y aun estaba enojado, por todas las cosas que el había causado que cayeran sobre Doriath.
Cuando los enamorados llegaron, se presentaron ante el rey:
-He regresado como te dije. Vengo ahora ante ti rey Thingol, para pedir que se me de lo que me corresponde.
-¡¿Ah si?! ¿Y que hay de tu búsqueda y de lo que se te encargó?
-Ha sido hecho, e incluso ahora, un silmaril está en mi mano.
-¡Pues entonces muéstramelo! -dijo el rey ya impaciente.
Beren levanto su mano izquierda, y la abrió, pero estaba vacía. El rey lo miró con mas extrañeza aun. Después mostró su brazo derecho, pero no había nada allí...
Toda la corte se sorprendió por lo que veía, y conmovida veían al rey para saber que decidiría ahora. El rey también se conmovió, y sentó a Beren a su izquierda y a su hija Lúthien a su derecha, mientras los dos le contaron todas las aventuras que vivieron y toda su historia, mientras toda la corte escuchaba con asombro. Entonces el rey comprendió que Beren era un hombre especial, muy especial y distinto a los demás sobre toda la tierra. Y entendió también que lo que su hija Lúthien sentía era verdadero amor por el, pero un amor nuevo, algo nunca antes visto, y se dio cuenta como era realidad que el destino de ellos dos era estar siempre juntos, sin importar que fuerza de rey elfo o señor humano, de bestia, de poder maligno o de fuego del mismo infierno, los quisiera separar.
Entonces, por fin, el rey consintió y entregó a Beren a Lúthien Tinuviel, su hija. Y frente a su trono, el rey mismo los casó, y la dicha de ellos era tan grande. Melian sonreía, la corte se veía feliz. Y el rey también. Pero sobre todo ellos, ahora sabían que su amor era la fuerza mas grande nunca antes vista, que además ahora podían vivir tranquilos. Beren y Lúthien, los dos enamorados, por fin fueron aceptados y se casaron, y la boda fue grandiosa y bella, y la fiesta también, y sobre todo, la belleza de Lúthien que lucía como una joya en todo el lugar, y Beren, sentía dentro de si, la mas grande felicidad que jamás hubiera experimentado...
 
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