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El juicio de Beren |
Daeron, un ministro del rey, estaba enamorado de Lúthien,
y los encontró, así que, sin poder calmar sus celos, fue a contar todo cuanto vio al rey, y Thingol
enfureció... mando que apresaran y llevaran de inmediato a Beren ante su presencia. Los soldados llegaron
para llevarse a Beren, y Lúthien desesperada fue a hablar con su padre, el cual no pudo negar a su hija
lo que le pidió: que no lastimaría ni ordenaría la muerte de su amado, y en el momento, ella
también fue a hablar con los soldados, a quienes convenció fácilmente para que ella fuera
quien llevara a Beren ante el rey, y así, Beren entró en la corte de Thingol, más como un
invitado de honor que como un preso. El rey, más enojado aun, comenzó a interrogar al amado de su
hija: -¿Quién eres tu mortal, que vienes como un ladrón hasta mi reino? -El es Beren hijo de Barahir- respondió Lúthien Tinuviel -enemigo de Morgoth, y sus hazañas son famosas, incluso entre los elfos de tu reino... -¡Deja que el hable! ¿Que haces aquí mortal, y porque dejaste tu tierra para entrar a esta que te es prohibida? ¿Que razón me das para que mi poder no te aplaste por tu insolencia? |
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Beren comenzó a contar al rey toda su historia,
de como los orcos guiados por Sauron invadieron sus territorios, de la huida de muchas personas y la muerte de
otras mas, elfos y humanos, y de como él, su padre y once compañeros sobrevivieron como bandidos
hasta que Sauron los engaño y Beren escapó vengando la muerte de ellos... -Pero aquí rey he
encontrado aquello con lo que me quiero quedar siempre, porque vale mas que todo el oro de tu reino o de cualquier
otro, y ni el fuego de Morgoth me evitaría el quedarme con ello: pues es Lúthien, tu hija, la criatura
más bella de todos los hijos del mundo. -Te has ganado la muerte por tus palabras... pero yo no te la puedo dar por la promesa que he hecho, ¡tú plebeyo que has aprendido a mentir como cualquier espía! -Podrás darme la muerte, pero no soy espía ni mentiroso ni plebeyo. Este es el anillo de Felagund, tu pariente -decía Beren mientras mostraba su mano- que le dio a mi padre Barahir allá en el norte de donde vengo, y por el mi casa no se ha ganado ninguno de esos títulos de nadie, ni elfo, ni rey. Thingol aborrecía a los noldor, solo a sus parientes Finrod y Galadriel y sus hermanos los estimaba, y a la casa de los hijos del rey Fingolfin los trataba un poco, pero a los hijos de Feänor, los aborrecía por sus actos, y los hombres, al ser aliados de los noldor, también de los hijos de Feänor, además de que casi acababan de llegar a sus tierras, no eran aceptados por el rey, y ahora Lúthien y Beren se veían como Romeo y Julieta, su amor bloqueado tan solo por un odio ciego y mucho no podían hacer. Y el rey, enfurecido, buscó la manera de deshacerse de Beren, que para el, solo venía a robar el tesoro mas preciado de su reino: su bella hija Lúthien. -Las proezas de los hombres no se heredan Beren hijo de Barahir, menos para ganar el derecho a mi hija... - y en su ira ciega, Thingol tuvo un plan... -yo también quiero un tesoro para mi: debes traer ante mi uno de los silmarils de la corona de Morgoth, y eso servirá como regalo de bodas para que puedas desposarte con mi hija. El rey sonreía, ese encargo era una sentencia de muerte segura, y Beren, enojado, pero sabiendo que esa seria la única forma de que el rey aceptara su relación con su hija, riendo dijo: -Pues por tan bajo precio los reyes elfos dan a sus hijas, por piedras y cosas fabricadas... -y dicho esto se levantó, miró a la reina Melian, se despidió de su amor Tinuviel, y se fue... Y entonces la reina Melian habló con el rey: -Rey Thingol, has traído mas mal que bien... los silmarils están malditos para todo el que los posee, incluso para el que tan solo los menciona deseando poseerlos, y aun si Beren falla, esto no es otra cosa que el fin de tu reino. Así, has hecho malditos, si no a tu reino, a tu hija, que de triunfar Beren, se irían juntos: que pena será para ella amar a alguien cuyo tiempo en la Tierra es tan pequeño. -Melian, tu no entiendes, yo no doy a elfos, y menos a hombres, mi tesoro más preciado, nuestra hija no puede irse con un simple mortal... y se que Beren no regresará, por cobardía o porque falle, y sea como sea, ni nuestra hija se irá, ni nuestro reino perecerá, ya lo verás. Lúthien calló y desde entonces dejo de cantar en Doriath, y la sombra se extendió por los bosques del reino... |
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