Buscando Ayuda
Pero Beren no fue al norte, hacia Angband, la fortaleza de Morgoth, sino al sur, pasó por el bosque, y llegó a las planicies del oeste de Beleriand, al oeste de Doriath, buscando consejo y ayuda en aquella aventura en la que se iba a embarcar, tan solo por amor. Y llego a Nargothrond, el reino de Finrod Felagund, los soldados del rey lo llevaron de inmediato ante él, al ver el anillo en su mano, y Finrod, reconociéndolo, le ofreció su hospitalidad:
-¡¿Que te trae por aquí Beren hijo de Barahir?! ¿que hay de tu padre?
-Mi padre, rey Finrod, murió después de la Batalla de la Llama Súbita, cuando Sauron invadió Dorthonion.
-Esa es una triste noticia para mi, y por tu presencia aquí, he de suponer que buscas ayuda... quiero que sepas que como lo prometí a tu padre, estoy dispuesto a dártela en cualquier grado, yo no olvido las promesas que hago, menos a quien me salvó la vida.
 

Finrod Felagund le entrega su anillo a Barahir como signo de su promesa

 
-De eso quiero hablarte, sabio rey...
Y así, Beren contó toda su historia, el dolor de perder a su padre, y de nuevo, su encuentro con su amor, con Lúthien Tinuviel, y mientras narraba su felicidad, lloraba por el recuerdo y los momentos que cada vez parecía que se alejaban mas y no volverían, y concluyó contando lo que pasó ante el rey Thingol, tío abuelo de Finrod...
-Thingol es pariente mío, y tengo buenas relaciones con él, pero hacerlo cambiar en sus decisiones es inútil... pero no entristezcas, que yo te ayudaré, si no a convencer al rey, si a cumplir el encargo que se te encomendó... Pero debemos ser cautos, aquí en mi reino se alojan los príncipes Celegorm y Curufin, hijos de Feänor, y es bien sabido por todos como la maldición de los silmarils los mueve y como no aceptarán que nadie posea esas preciosas gemas mas que ellos, no esperaremos mas que problemas cuando se enteren...
Finrod convoco a una reunión a todos los nobles y al pueblo de su reino, y anunció que esperaba voluntarios para que fueran con él y con Beren a conseguir el silmaril:
Todo el pueblo y los nobles estaba temerosos, más desde que el poder de Morgoth había crecido y Sauron, su lugarteniente, había conquistado Minas Tirith, la torre de Finrod. Y ahora los hijos de Feänor que estaban entre ellos ya habían empezado a hacer uso de la mas grande habilidad de su familia, después de la fabricación de armas y joyas: su palabra.
-¡Eso es imposible! -grito Celegorm mientras sacaba su espada- ¡solo los siete hijos de Feänor tenemos derecho a poseer los silmarils! si te inmiscuyes en este asunto rey Felagund, no importa cuanta hospitalidad nos hayas dado, ¡la venganza y la destrucción caerán sobre tu reino! Y en cuanto a ti, hijo de Barahir, sabes bien que eres vasallo de los noldor, no tienes derecho a reclamar tal premio para ti, no importa lo que haya de por medio, ¿o estás dispuesto también a que la venganza de los hijos de Feänor y su juramento caiga sobre Doriath y muera también tu amada?
-¡Nobles y pueblo de Nargothrond! -hablo Curufin, el mas parecido a su padre, sobre todo en cuanto al uso de la palabra- saben bien del derecho que tenemos los hijos de Feänor a la posesión de los silmarils, saben bien de nuestra valentía, de como nosotros hemos guiado a este pueblo desde siempre y también por nosotros pudo llegar la paz a estas tierras hasta hace poco, y de que, aun sin importarnos ya no ser los reyes de los noldor, si nos importan las gemas, y no son solo palabras el que con nuestro poder, destruyamos todo Nargothrond, sus campos y su reino en las grutas del rió Narog, ¡su rey solo quiere embaucarlos en una empresa para satisfacer su avaricia!
-¡Cierto! ¡cierto! ¡rey Felagund, no eres un valar para que te obedezcamos! -grito un noble, convencido con las palabras de los hermanos, como muchos otros nobles y pueblo, enojado y molesto por esta ocurrencia de su rey, que hasta ese momento habían visto como sabio, poderoso y bondadoso, y se dejaban llevar por las palabras de la familia de Feänor.
-¡Muy bien Felagund, tendrás que ir solo! -gritaron los hermanos, esperando que muriera en la aventura para usurpar el trono, o si no moría, le robarían el silmaril y darían un golpe para tomar el trono del rey.
El rey estaba en un aprieto...
-Está bien -dijo Finrod mientras se quitaba su corona de plata y la colocaba en el piso a sus pies -no andaré limosneando ayuda, si aun hay alguno que no haya quedado hechizado con estas palabras, que me siga porque aun así, yo cumpliré mi promesa a Barahir y su familia.
Diez valientes se fueron a su lado, uno de ellos recogió la corona:
-Nosotros te apoyamos rey, y pido ahora que esta corona sea entregada a alguien que la cuide hasta tu regreso, porque tu sigues siendo mi rey, y el de ellos, no importa lo que se diga.
-Que sea como dices entonces, le entregare la corona a mi hermano, que gobernará mi reino hasta mi regreso...
Celegorm y Curufin se fueron del salón, mientras sonreían...
Así pues, partió la compañía de Beren, Felagund y sus diez compañeros, siguiendo el curso del rió hacia el norte, hasta sus fuentes...
 
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