¿Dar la otra mejilla?

 
A mí me flagelaron, me golpearon salvajemente, me hirieron la cabeza con espinas, me escupieron, clavaron las manos y los pies a un madero, me dieron de beber hiel, me clavaron una lanza... ¿Y yo acaso mandé mis ángeles para que destruyeran a mis asesinos y a toda esa manada de gente que se burlaban de mí mientras me mataban?...
¿Entenderá el pueblo norteamericano? [¿entenderán los terroristas? ¿entenderán los racistas? ¿entenderán los violentos? ¿entenderán los que oprimen a sus hermanos? ¿entenderán los que intentan manipularlos manipulando su idea de Dios? ¿entenderán?]
Existía un monasterio que estaba ubicado en lo alto de una montaña. Sus monjes eran pobres, pero conservaban en una vitrina tres manuscritos antiguos, muy piadosos. Vivían de su esforzado trabajo rural y fundamentalmente de las limosnas que les dejaban los fieles curiosos que se acercaban a conocer los tres rollos, únicos en el mundo. Eran viejos papiros, con fama universal por importantes y profundos.
En cierta oportunidad un ladrón robó dos rollos y se fugó por la ladera. Los monjes avisaron con rapidez al Abad. El superior, como un rayo, buscó la parte que había quedado y con todas sus fuerzas corrió tras el agresor y lo alcanzó:
-¿Qué has hecho? Me has dejado con un solo rollo. No me sirve. Nadie va a venir a leer un mensaje que está incompleto. Tampoco tiene valor lo que me robaste. O me das lo que es del templo o te llevas también este texto. Así tienes la obra completa.
-Padre, estoy desesperado, necesito dinero y quiero obtenerlo con estos escritos santos.
-Bueno, toma el tecer rollo. Si no se va a perder en el mundo algo muy valioso. Véndelo bien. Estamos en paz.
Los monjes no llegaron a comprender la actitud del Abad. Estimaron que había estado flojo con el rapaz, y que era el monasterio el que había perdido. Pero guardaron silencio, y todos dieron por terminado el episodio.
Cuenta la historia que a la semana, el ladrón regresó. Pidió hablar con el padre superior:
"Aquí están los tres rollos, no son míos. Los devuelvo. Te pido en cambio que me permitas ingresar como monje. Mi vida se ha transformado".
Nunca ese hombre había sentido la grandeza del perdón.
El Abad recuperó los tres manuscritos para beneficio del monasterio, ahora es mucho más concurrido por la leyenda del robo y del resacrimiento. Y además consiguió un monje trabajador y de una honestidad a toda prueba.
Moraleja: el agresor espera agresión, no una respuesta creativa, inesperada, insólita. No sospecha el poder incalculable del dar la "otra mejilla". La mejor forma de matar a un enemigo es haciéndolo tu amigo. No malinterpretes el sentido del dar la otra mejilla, significa ser tolerante, ser comprensivo, ser generoso y ser lo suficientemente tonto e ingenuo como para dar siempre una nueva oportunidad. Esa es la clase de amor tonto e ingenuo que el mundo necesita, y que alguien lo trató de enseñar hace dos mil años.
 
[Porque la locura en Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres, 1 Co 1 25]
 
Machetearete No 199
20 de septiembre de 2001, México D.F.

[las frases entre corchetes son adiciones mías]
 
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